¿POR QUÉ ESTÁ HERIDA LA FAMILIA?
¿POR QUÉ
ESTÁ HERIDA LA FAMILIA?
-La familia está herida porque no vivimos bajo principios y no tenemos raíces profundas de fe.
-La familia está herida porque no le inculcamos a nuestros hijos el temor del Señor y amor al prójimo.
-La familia está herida porque no sabemos perdonar, porque no sabemos hablar sin herir al otro.
-La familia está herida porque le pedimos a los nuestros una perfección que nosotros no tenemos.
-Porque sin darnos cuenta caímos en la trampa de considerar el matrimonio algo desechable.
-Porque pensamos que podemos maltratar al cónyuge y que eso no afectará para mal a nuestros hijos.
-La familia está herida, porque sacamos a Dios de nuestro corazón, porque relativizamos la verdad.
-La familia está herida porque nunca hay tiempo para orar, bendecirnos y estudiar la palabra todos juntos.
-La familia está herida porque aceptamos vivir bajo la infidelidad, el maltrato verbal, psicológico y físico.
-La familia está herida porque humillamos a nuestra pareja delante de nuestros hijos, o nuestros amigos.
-Porque guardamos silencio ante nuestro pecado y ocultamos maldad, que no la confesamos ante Dios.
-Porque hay matrimonios dominados por el ego, el orgullo, que aunque estén mal, fingen estar bien y eso les impide ser realistas, sinceros y no buscar ayuda.
-Porque mientras las cosas están bien, estamos cómodos y muy tranquilos y buscamos a Dios hasta que el matrimonio está irremediablemente roto.
-Porque así como nos levantámos temprano para ir a trabajar, preperar los negocios y dar excelencia, mayor interés y entusiasmo deberíamos mostrar por ir a la Iglesia juntos y servirle al Señor como familia.
-La familia ha sido lastimada con nuestra actuación diaria en nuestro hogar, abriendo heridas una y otra vez en eso que decimos amar con toda nuestra alma:
"Nuestra familia". Y después lloramos al perderla.
Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición
(Malaquías 4:6).
Dios nos bendiga y nos ayude a ser mejores familias, donde reine el amor de Dios, donde se procure la paz y se trabaje para vivir en armonía, donde se ame al Señor primero, por encima de todas las cosas.
Definitivamente, es tiempo de ser mejores familias, es tiempo de reconocer humildemente nuestros errores, es tiempo de dar lo mejor de nosotros mismos.
Es tiempo de abrir las puertas de nuestros hogares de par en par, para dejar entrar a Dios y su palabra y que ellos sean el centro del matrimonio y de la familia.
Es tiempo de dedicarle más tiempo a nuestros hijos, de decirles "aquí estoy", de enseñarles más que con palabras con obras, que aunque la vida sea dura, siempre podrán contar con nuestra ayuda.
Es tiempo de volver el amor a nuestro cónyuge más de hechos, que de palabras, y tener un compromiso para realizar aquello que prometimos de estar a su lado en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza.
Es tiempo de besar y abrazar más, de expresar palabras lindas y servir con esmero al cónyuge y a los hijos sin que sea fecha especial, es tiempo de darle el valor y la prioridad necesaria que la familia merece.
Alejen de ustedes la amargura, las lujuria, los enojos, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Sean buenos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. (Efesios 4:31-32).
Hombre dé la cara por su familia, honre a su esposa, trátela con respeto, consideración y ternura y la mujer sujétese y respete a ese esposo, sea sabia y viva para bendecirle la vida, y ambos amen y cuiden a sus hijos.
Y que en cada familia entre esposos digan:
¡Hagamos familias conforme al corazón de Dios!
Siempre es un buen tiempo para empezar a buscar al Señor. Esforzarnos con valentía y tomar las decisiones necesarias y guiadas por el Espíritu Santo y su palabra para que nuestra familia tenga sanidad total.
Hoy despierta de ese falso donde para muchos ya es común y más fácil darse por vencidos y rendirse, en vez de venir delante del Padre eterno, dejarse moldear, doblar rodillas y clamar con el alma a una misma voz:
"Señor Jesús por favor, salva y restaura a mi familia".